¿Por qué dejamos de divertirnos? No es solo para niños
Descubre los motivos por los que dejamos de divertirnos cuando nos convertimos en personas adultas, sobre todo a partir de los 40 años. ¡No es solo para niños! Es posible…
Desde antes del nacimiento nuestra experiencia está marcada por el ritmo cardiaco de nuestra madre, el ritmo de la vida, la primera nota musical que escuchamos.
La música ha acompañado al hombre desde el inicio la de civilización, a lo largo de las épocas y a través de las diferentes culturas.
Curiosamente, desde el comienzo de los tiempos, los pueblos han producido entre sus utensilios armas e instrumentos de música a la vez. Unos para la muerte y los otros para trascender la vida. Muchas veces, ambos han acompañado al hombre codo con codo, creando una sinergia extraña que nos recuerda que desde el principio debemos tener presente el final para poder vivir en coherencia con la vida y aprovechar lo que esta nos ofrece, de forma intensa.
Los expertos en neuro-fisiología explican que la música es un ejercicio en el que participa todo el cerebro. A diferencia del lenguaje, no tiene asociado un sistema de circuitos que se localice en un área concreta. Esto demuestra la importancia fundamental de la música, y de aprender a tocar un instrumento, ya que involucra a todos los elementos de nuestro cerebro y los hace entablar un dialogo. Al hemisferio izquierdo con el derecho, ya que requiere de la lógica y de la razón, pero también de los sentimientos.
Implica procesos de tipo mecánico e inconsciente, adquiridos mediante el estudio, para interpretar y analizar los pulsos métricos, los ritmos… Pero en esta actividad también intervienen las zonas del cerebro que regulan el lenguaje y el movimiento.
Es evidente que existen algunas personas dotadas de una sensibilidad musical extraordinaria, bien porque la han cultivado o porque la poseen de manera innata. La mayoría la han perfeccionado a base de esfuerzo, disciplina y trabajo. Es habitual no apreciar que detrás de esas personas a las que se les “da tan bien” interpretar música, hay largos años de sacrificios, y que la cualidad, que de forma innata pueden poseer, no sería nada sin todo este meritorio esfuerzo que llevan haciendo desde bien pequeños.
Sin tener que llegar al nivel de expertos, casi todo el mundo tiene aptitudes para la música si se le dedica un tiempo mínimo con una cierta constancia. Bien sea para la interpretación o para la comprensión y el disfrute que esta expresión artística conlleva.
Está demostrado que los músicos poseen un mayor volumen de sustancia gris, por lo que es conveniente que los niños aprendan lo antes posible a tocar algún instrumento y que la música esté más presente en la educación, en las familias y en la sociedad en general.
Gracias a los modernos métodos para obtener mapas de la actividad cerebral, la ciencia ha obtenido resultados de neuro-imagen que hablan por sí solos. Y es que la interpretación de una obra musical requiere de un complejísimo grado de coordinación cerebral.
Tal como revelan algunos estudios recientes, cuando un intérprete toca, lee la partitura, se emociona, recuerda, imagina y coordina su motricidad, al mismo tiempo que comprende intelectualmente la obra y la contextualiza, se registra actividad eléctrica en: la corteza visual, sensorial-táctil, auditiva, motora, en el cerebelo, en los ganglios basales, en el área de Broca, y otras regiones relacionadas con el lenguaje, emociones (sistema límbico), memoria (hipocampo) y atención (corteza prefrontal). Como podemos ver, el cerebro viene a ser una orquesta perfectamente organizada.
Desde que Howard Gardner hablara de las inteligencias múltiples se acepta que la inteligencia posee diversas facetas. Según esto existirían factores de inteligencia que llamamos convergentes y factores divergentes. Los primeros son los que corresponden a lo que tradicionalmente se ha llamado inteligencia racional. Y existen otros factores, los divergentes, que apuntarían a aptitudes más creativas, que hacen al hombre más original y menos previsible, dotándolo de más flexibilidad.
Todos deberíamos estimular el desarrollo de una inteligencia convergente y divergente a la vez. Lo ideal pasaría por el desarrollo integral y orgánico de todas las facetas de la inteligencia.
Podemos considerar una persona realmente inteligente a aquella que es capaz de hacerse cargo de las realidades y de las situaciones. A la que domina la gestión de las competencias transversales, que puede proponer soluciones válidas porque conoce en profundidad la naturaleza de los problemas. Para conseguir este nivel de logro cognitivo, resulta decisivo el adiestramiento de la inteligencia creativa o divergente. Y aquí es cuando se ve clara la necesidad de la formación musical, y la idoneidad de aprender a tocar un instrumento de música.
En 1999 el director de orquesta Daniel Baremboin impulsó un taller para jóvenes músicos israelíes y de otros países de Oriente Medio. Su objetivo, combinar el estudio de la música con la comprensión entre culturas tradicionalmente rivales. Así nació la West Eastern Divan, con sede en Sevilla. Según el propio Baremboin, la Divan ha cambiado la vida de todos los que han pasado por ella, incluido él mismo.
Esta orquesta es un claro ejemplo de que la música puede transformar el mundo porque pude transformar a las personas, a cada persona.
La música tiene la capacidad de hacernos mejores. Nos lleva a nuestro espacio interior y nos interpela en lo más íntimo de nosotros mismos, y en función de las respuestas que nos demos, podemos mejorar o no. Pero la música no sólo nos eleva por encima de nuestros limites personales, sino que nos convierte en personas más inteligentes. Tocar un instrumento de música desarrolla la inteligencia.
Así pues, comencemos, tengamos la edad que tengamos, a caminar por esa senda, porque independientemente del tiempo y del esfuerzo que hayamos dedicado, nunca nos arrepentiremos.
Maria Sanz
Muy buen artículo, gracias!