Día Internacional de la Madre Tierra, que respira más que nunca
Este año, la celebración del Día Internacional de la Madre Tierra tiene más sentido que nunca, porque podemos ver lo que estamos haciendo con ella y lo poco que la estábamos cuidando.
“Llegará un día, en que los hombres conocerán el alma de las bestias y entonces matar a un animal, será considerado un delito como matar a un hombre. Ese día la civilización habrá avanzado”
Leonado de Vinci (1452-1519)
Mi hijo nació en diciembre, por lo que siempre fue el pequeño de la clase. Había una gran diferencia de madurez entre él y el resto del grupo. Su profesora de primero de infantil no sabía cómo hacer para que el niño se integrara en las dinámicas, lo veía demasiado infantil, inseguro y temeroso. La verdad es que era un niño muy tranquilo, sensible y pacífico al que no le gustaba meterse en problemas. Él prefería permanecer en su rico mundo de fantasía antes que arriesgarse al conflicto de la interacción. Pasaban los meses y había que romper esa inercia porque mantenerse en ella no era positivo para el chaval.
Pensando en cómo sacarlo de esa inseguridad y desconfianza hacia el entorno de la clase y sus compañeros, se me ocurrió acercarlo al mundo del caballo. Yo había recibido algunas clases de equitación y sabía lo que se sentía al estar en perfecta armonía con un animal tan poderoso. La confianza que se desarrolla al estar sentado sobre él y guiarlo simplemente con un toque de riendas y talones. La seguridad que te aporta saber que no caerás al suelo, simplemente porque sabes que tu caballo no te dejará caer. Sentirte uno, con su fuerza y su poder cual centauro, y dominar el mundo desde la perspectiva de su grupa. Varios meses después de que mi hijo se sumergiera en esta experiencia, su profesora me llamó. No sabía lo que estábamos haciendo, pero el niño había dado un giro de ciento ochenta grados hacia la seguridad y la confianza en sí mismo.
Vivimos apartados de las fuerzas de la naturaleza, aislados de nuestras raíces, de la tierra que nos da sostén y del resto de los animales. Nos sentimos solos, desconectados, viviendo en el ego en modo básico de supervivencia. Nos hemos olvidado de quiénes somos y de nuestro verdadero poder.
Habitamos en la mente en lugar de hacerlo en nuestro cuerpo y en nuestras emociones. Ambos son dos aspectos que pretendemos continuamente obviar o trascender, que nos incomodan y con los que no sabemos relacionarnos.
Tampoco sabemos relacionarnos con el presente, y gastamos nuestras energías viajando mentalmente a un pasado que no podemos cambiar o a un futuro sobre el que no tenemos capacidad de acción.
La naturaleza y los animales son todo lo contrario a esto. Los animales están absolutamente presentes en el ahora, sin pasado ni futuro en su mente. Todo su mundo se reduce a lo que tienen delante y a los registros emocionales y sensoriales de su cuerpo.
Ellos son capaces de anticipar de forma instintiva situaciones que puedan atentar contra su supervivencia, pero habitualmente viven confiando y entregándose plenamente al presente. Quien comparta su casa con un gato lo sabe muy bien, son el perfecto ejemplo del tan anhelado estado flow.
Los animales viven entregados al aquí y en el ahora, por lo que tienen la capacidad de transmitirnos esa presencia que, en nuestra experiencia, se convierte en relajación.
Es más, esa forma tan propia de estar a lo suyo es cuasi un estado meditativo. Y estar en su presencia, es algo parecido a estar en presencia de un maestro zen que te conecta con el Todo. Un maestro que no necesita estar haciendo nada de forma intencionada para conseguirlo.
Esto último puede parecer exagerado, pero quien tenga una mascota (y no me gusta el término), sabe muy bien de lo que hablo.
Por otra parte, los animales son capaces de transmitirnos una lealtad y unos sentimientos incondicionales que nos permiten sentirnos valiosos, confiados y merecedores del más alto amor.
Todas estas características los convierten en antídotos perfectos para los sentimientos depresivos, la baja autoestima, la ansiedad, la fobia social…
Un perro o un gato son capaces de absorber toda la negatividad de su dueño, ya sea tristeza, ansiedad o miedo, manteniéndose en calma y mostrando el patrón de respuesta adecuado ante la situación.
Por ello, son útiles en el tratamiento de trastornos como la hiperactividad y el autismo.
Además, nuestros animales nos ofrecen compañía de forma incondicional, cariño y calidez, sin juzgar. Por lo que ayudan emocionalmente a los ancianos o a las personas con discapacidad, población que habitualmente no se siente demasiado valorada por su entorno.
Así mismo, no necesitan del lenguaje verbal para hacerse entender, ni que les hables para que te comuniques con ellos, por lo que el déficit en el lenguaje no es una barrera para la comunicación y el entendimiento mutuos. Caso excepcional son los gatos, que han aprendido a maullar con la única finalidad de comunicarse con los humanos, ya que entre ellos lo hacen con otro tipo de sonidos. Incluso se sabe de gatos que han llegado a aprender una especie de lenguaje de signos para comunicarse con sus dueños sordomudos. Por todo ello, las mascotas, también son un gran apoyo en casos de parálisis cerebral y otro tipo de cuadros en los que falla la comunicación verbal. Consiguen que la persona se sienta menos aislada y más comprendida.
Por otra parte, el juego con las mascotas o los ratos de contacto sensorial a través de la caricia, a la que de forma tan placentera se suelen entregar, nos aporta momentos de felicidad, alegría y relax. Estos son momentos en los que la oxitocina, la serotonina y la dopamina se disparan y bajan los niveles de cortisol.
Convivir con una mascota nos hace más responsables y generosos, ya que tenemos que hacernos cargo de las rutinas de otro ser que depende de nosotros para su bienestar. Ponerle la comida, limpiar el arenero, sacarlo a pasear… son acciones que se convierten en hábitos, de forma que nos sacan de nuestro pequeño ombligo para pensar en las necesidades del otro. Estos pequeños gestos nos hacen sentir responsables y suben la autoestima, porque facilitan que nos sintamos importantes para alguien, es más, imprescindibles. Hay procesos, como el depresivo, en el que esta conexión a la vida tiene una importancia vital. Tener algo tan importante que hacer, como dar de comer a tu amigo querido para que no pase hambre, es casi el único motivo que te puede sacar de la cama.
Así también, facilitan compartir sentimientos y emociones que, muchas personas con cierto nivel de desorden mental, se encuentran incapaces de comunicar. Estas personas sienten que no pueden hacerlo con otro ser humano, ya que lo más probable es que no les entiendan. Debido, sobre todo, a la tendencia de nuestra especie a usar los filtros mentales de la propia experiencia, así como el juicio crítico. Con los animales es distinto, se sienten escuchados incondicionalmente, saben que seguirán estando ahí a pesar de sus incoherencias y desajustes. Estos pacientes saben que pueden seguir contando con sus mascotas de forma incondicional, y les abren el corazón emocional. Lo que es tremendamente liberador. Este nivel de empatía es, en definitiva, lo que sana, bien lo sabemos los que hacemos terapia.
A este equilibrio y apertura emocional también colabora el hecho de que nuestros pequeños amigos estén siempre dispuestos a mostrarnos sus sentimientos de la forma más alegre y espontánea, completamente libre de inhibiciones. Ellos, con sus demostraciones exuberantes de afecto, nos abren el corazón, nos llenan de alegría, y nos invitan a participar en este intercambio emocional. Y nos enseñan cómo hacerlo, modelando eficazmente nuestro comportamiento.
También son grandes maestros del juego y la diversión, invitándonos a participar en la vida de forma lúdica y sencilla. Lo hacen de mil maneras, trayéndonos un palo para que se lo tiremos, jugando con nosotros al gato y al ratón, escondiéndose de nuestra vista en un tris-tras juguetón… Siempre de forma feliz y despreocupada, como si fueran conscientes de que la vida pasa en un segundo y que más vale aprovecharla siendo lo más felices posible.
Por otra parte, tener una mascota que necesita que la saquemos varias veces al día a pasear, nos abre una ventana de oportunidades para el contacto social. Personas a las que les cuesta entablar una conversación o hacer amigos, incluso ligar, pueden encontrar un gran remedio para su timidez en el simple hecho de caminar al lado de un precioso cachorro de mastín. Sólo hay que dejar que la naturaleza social de nuestra especie se encargue del resto.
Así mismo, todos los que tenemos mascotas sabemos la compañía que aporta vivir con ellas, como llenan la casa con su presencia, con su energía y vibración, llegando a mitigar de forma eficaz la soledad. Y, por otra parte, la seguridad que nos transmiten, haciéndonos sentir que teniéndolos cerca estamos protegidos y a salvo.
Resumiendo:
Para concluir, mencionar que, en un estudio realizado en EE.UU., se entrevistó a personas con esquizofrenia, depresión, estrés postraumático y trastorno bipolar. Las conclusiones fueron que las mascotas ofrecen a las personas un profundo sentido de seguridad ontológica, es decir, la sensación de seguridad, continuidad y significado en la vida. Por otra parte, se encontró que las mascotas ayudan a las personas a controlar mejor sus emociones, así como a distraerse de sus síntomas.
Por otra parte, poder ofrecer amor y cuidados a sus mascotas, dota de sentido la vida de muchas personas. A la vez que les brinda la posibilidad de aprender el auto cuidado a través del cuidado a sus animales.
Es maravilloso observar cómo la vida se expresa a través de estos pequeños o grandes seres que nos acompañan en nuestro camino, que un día se cruzaron para quedarse a nuestro lado y ofrecernos lo mejor de su existencia. Su lealtad, confianza, amor y aceptación incondicionales.
Saber que puedes confiar en alguien de esta manera, no tiene precio. Porque, aunque sólo sea un pequeño y cálido ser peludo, en su mirada inocente y trasparente podemos encontrar toda la paz y la confianza en la vida que, a nuestra mente, tantas veces le falta.