8 consejos para alcanzar la resiliencia y vivir mejor
Con estos 8 consejos para alcanzar la resiliencia de manera natural vivirás mejor y serás capaz de ver el lado positivo de las cosas en contextos críticos. La vida depara…
En un estudio llevado a cabo en la Universidad de Stanford, los investigadores dividieron a los participantes en dos grupos. A uno de ellos se les hizo memorizar una cifra de dos dígitos, y a la otra mitad una de siete. Después, les pidieron que eligieran el almuerzo entre una macedonia de frutas o un trozo de tarta de chocolate. En el grupo que tenía que recordar la cifra más larga, eligieron el pastel, más del doble de personas que en otro grupo.
El estrés de tener que recordar los siete dígitos, les hizo tomar una decisión que sabían que no era la más saludable.
Recordar una cifra de siete números es un juego de niños comparado con las exigencias que afrontamos en la vida diaria. No es de extrañar que, cuando debemos tomar decisiones en nuestra vida, elijamos el pastel de chocolate o su equivalente.
Todos sabemos lo que nos viene bien para la salud, para mantener la vitalidad, pero cuando estamos estresados, nuestros principios son lo primero que tiramos por la borda. Muchos, compensamos la falta de sueño o de una dieta sana, con chutes de cafeína o azúcar, para poder rendir a lo largo del día.
Por otra parte, ¿cuántas veces nos hemos propuesto dejar de fumar, dejar el azúcar o la carne y, tras una temporada sin hacerlo, tenemos un mal día, nos estresamos, y caemos en nuestro viejo hábito como una forma de buscar calma y consuelo? Algo que, posteriormente, solemos pagar con sentimientos de culpa y fracaso.
Reforzar el centro de la vitalidad no significa llenarnos de energía bebiendo un montón de bebidas energéticas, sino eliminando cualquier estado de estancamiento o anquilosamiento. Dejando de ser adictos a lo que nos perjudica, alimentando y renovando nuestra vida.
Hay diferentes llaves para abrir esta puerta. Ellas nos ayudan a equilibrar el fluir de la energía y a crear los hábitos de cuidar de nosotros mismos y ser conscientes.
Estas llaves están relacionadas con lo que podemos llamar la triada básica: cuerpo, mente y espíritu o conciencia.
Cuidado del cuerpo
Las llaves que nos permiten cuidar del cuerpo son la alimentación, el ejercicio, y el contacto con la naturaleza.
Estas llaves nos ayudan a cuidar el cuerpo físico prestando atención a lo que realmente necesitamos y aprovechando la energía sutil que nos rodea.
Cuidado de la mente
La segunda llave nos permite cuidar de nuestra mente, tanto en el nivel de las ideas como en el de las emociones, sus dos aspectos principales.
Sentir las emociones invita a cabalgar sobre las olas emocionales con la ligereza de un surfista, para que su poderosa energía circule por nosotros, en lugar de hacernos perder el equilibrio.
Tener dominio sobre nuestros pensamientos nos apoya a la hora de mantenernos sobre la cabalgadura de nuestras emociones, frenando aquellos que nos pueden sabotear con su película de terror.
Cuidado de la consciencia
La observación consciente de todo lo anterior nos apoya en el desarrollo de la consciencia: respiración consciente, meditación, contacto con la naturaleza consciente…
Las herramientas de transformación que utiliza la conciencia son la respiración, la atención y la observación.
Podemos llevar la atención al cuidado del cuerpo, de la mente o de la conciencia. Si nos ocupamos de desarrollar la conciencia, siendo esta la entidad más alta y global de las tres, ella se ocupará de las otras dos de forma natural.
Lo primero que debes hacer para saber si te alimentas de verdad es ver si, ante todo, te ocupas de tus necesidades, o eres de esas personas que están siempre pendientes de complacer las necesidades de los demás y se olvidan de las suyas propias.
Cuidar de ti producirá la transformación que tanto tiempo llevas buscando, y el primer paso es comprometernos a cuidar de nuestro cuerpo conscientemente. El segundo paso es elegir lo que de verdad nos alimenta, ya que es muy importante que todos nuestros alimentos sean de buena calidad.
La mayoría de las personas se alimentan con lo justo para que la sangre siga circulando por sus venas, su corazón bombee y su cerebro funcione a un nivel más o menos adecuado. Pero, para tener un cuerpo fuerte, necesitamos un alimento de una vibración más alta de la que necesitamos simplemente para estar vivo. Necesitamos hacer ejercicio, comer y respirar de la mejor forma posible. Y ser lo más felices que podamos.
El ejercicio más nutritivo
Todas las clases de ejercicios son buenas pero, cuando disfrutas mucho practicándolo, es cuando te alimenta de verdad.
Creemos que el ejercicio es importante para aumentar el ritmo cardíaco, tonificar los músculos o incrementar la flexibilidad. Todo esto es cierto, pero los beneficios de realizar un ejercicio que nos apasione de forma regular, es que no solo fortalece el cuerpo, si no que te abre el corazón, te renueva el cuerpo y el alma.
Esta actividad puede ser zumba, tenis, yoga, bicicleta, escalada… Para alimentar el cuerpo de auténtica y poderosa energía, debemos encontrar el ejercicio o el tipo de movimiento que consiga abrirnos el corazón elevando nuestra energía a la vibración más alta. De esta manera, no solo conseguiremos mantener sano el cuerpo, si no desarrollar nuestro amor hacia él.
La comida más nutritiva
La fórmula más sencilla para llevar una dieta que nos alimente de verdad es ingerir una comida que nos aporte energía en lugar de quitárnosla. En realidad, después de comer deberíamos sentir la misma clase de energía que cuando estamos en la naturaleza. Deberíamos sentirnos serenos, expandidos e inspirados.
Cuando consumimos alimentos que se encuentran más cerca de su estado natural, conservan toda su fuerza vital, están cargados de energía. Cuando comemos productos que aún conservan una buena parte de su vitalidad, nos sentimos plenos, como si paseásemos por la playa o la montaña. Para ello, tenemos que elegir conscientemente alimentos con un alto contenido en prana. Esto significa evitar cereales refinados, azucares refinados, aditivos químicos… Cuesta tanto trabajo, descomponer y digerir estos productos, que nos dejan sin energía.
Las frutas y verduras frescas repletas de encimas y nutrientes, así como los productos procedentes del mar o la granja que conserven al máximo su estado natural, llenaran nuestro cuerpo de energía en lugar de vaciarlo.
Pero comer alimentos ricos en prana, ayuda a nuestro cuerpo solo si podemos digerirlos completamente. Si nuestro cuerpo está lleno de toxinas no podemos ingerir ni absorber los nutrientes como es debido.
Productos ricos en prana y un cuerpo libre de toxinas son dos ingredientes importantes para alimentarnos de verdad. Pero hay un ingrediente más, muchas veces olvidado, que nos guste lo que comemos.
Si ingerimos comida llena de prana, pero su sabor no nos gusta, no recibiremos todos los beneficios de las emociones positivas que nos produciría tomarlos.
Quizás necesitemos mentalizarnos para que dejen de gustarnos los alimentos llenos de aditivos que intensifican el sabor de forma artificial, e ir acostumbrándonos a apreciar los sabores de la verdadera comida.
Con un poco de paciencia y tiempo, nuestras papilas gustativas comenzarán a degustar la gran variedad de sensaciones que pueden aportar al paladar, los alimentos reales y naturales. Y nuestro cuerpo también se volverá cada vez más sensible a su alta vibración, llegando a rechazar de forma completamente voluntaria aquellos que tanto placer adictivo nos producían antaño
La respiración más nutritiva y el contacto con la naturaleza
Pensamos que respirar es simplemente respirar, y que todos sabemos hacerlo sin problema, que es un mecanismo sencillo que nos mantiene vivos y que dominamos a la perfección. Pues nada más lejos de la realidad.
La tradición yóguica de la India hace tiempo que sabe que ciertas técnicas respiratorias nos permiten disponer de más energía. Si inspiramos debidamente captaremos más prana o energía vital de nuestro al rededor.
Según la física cuántica todo lo que existe en el universo es energía vibrando a diferentes velocidades. Esta fuerza vital universal, que se manifiesta de muchas distintas formas a nuestro alrededor, es lo que diferentes tradiciones de oriente denominan prana o chi. Aunque en occidente no tenemos un nombre especial para esta energía, podemos sentirla si le prestamos atención.
Imagínate que estás en un frondoso bosque, o al pie de una cascada o a la orilla del mar, y compáralo con cuando estas dentro del metro, caminando entre el tráfico de una gran ciudad o en un centro comercial atestado de gente. Evidentemente, en todos estos lugares hay suficiente oxigeno como para mantenernos con vida, pero en los espacios naturales el nivel de prana es mayor y mucho más vigorizante. Es una de las razones por las que nuestros pulmones se expanden inmediatamente cuando estamos en plena naturaleza.
La ciencia occidental ha aislado uno de los componentes del prana, los iones negativos. Estas moléculas invisibles se encuentran en grandes cantidades en lugares como la montaña, cerca del agua que se mueve con estrépito, y en la ducha.
Los iones negativos producen efectos muy positivos en el cerebro y en el cuerpo, reduciendo la depresión, la ansiedad y la irritabilidad. Así como aumentando las ondas alfa, fomentando el aumento de serotonina, la circulación de oxígeno en el cerebro, y con ello la sensación de relajación y el buen humor. Por eso, cuando paseamos por la playa o nos sentamos cerca de una fuente, nos sentimos tan despejados y vivos.
La respiración que nos alimenta de verdad nos permite inspirar más prana donde quiera que estemos, y espirar las toxinas más a fondo.
La respiración con atención, la respiración realizada de forma consciente mejora todos los procesos del cuerpo, desde la digestión a la eliminación. Mejora los procesos de pensamiento, el sistema inmune, y aporta a nuestro cuerpo una vibración mucho más alta que ayuda a mantener alta nuestra vitalidad.
Los estudios realizados con ciertas técnicas respiratorias yóguicas demuestran que mejoran la claridad mental, favorecen la relajación, reducen el nivel de cortisol y refuerzan el sistema cardiovascular. Por lo tanto, nos revitaliza y nos calma.
A nivel más profundo, este tipo de respiración expande la conciencia y nos apoya en nuestro proceso de despertar, a darnos cuenta de quienes somos realmente y cuál es nuestro propósito vital.
Por último, para alimentar nuestro cuerpo de verdad, también debemos aumentar nuestra dosis diaria de placer, gozo y alegría. Estos sentimientos de alta vibración tienen el poder de revitalizarnos tanto o más como cualquier súper alimento o complemento alimenticio.
Actividades como la contemplación del arte, la pintura o la escultura, así como escuchar buena música, apuntan en la misma dirección, nutrir el corazón, la mente y el espíritu, llenándolos de armonía y belleza.
Aumenta tu gozo de vivir alimentando tus sentidos prestando atención a los pequeños placeres de cada momento, pero sin alimentar los excesos. Saborear con atención la belleza y los pequeños placeres de la vida tiene efectos positivos, físicos, mentales y emocionales, demostrados.
El goce activa el sistema nervioso parasimpático, con lo que el cuerpo se calma y se relaja, lo cual trae un montón de beneficios, como el fortalecimiento del sistema inmune y el equilibrio hormonal.
Por ello, es importante prestar atención a los aromas que nos rodean, a las sensaciones, a los sonidos, incluso al silencio, y disfrutarlos.
Ese primer rayo de sol de la mañana que atraviesa el cristal y nos calienta la piel, el trino de los pajarillos al despertar, el aroma del césped recién cortado… Esos bellos y pequeños placeres expanden el corazón y llenan la vida de un gozo natural, que nos conecta al estado más vital de la conciencia, el estado de Gracia.