¡Vente a abrazar un árbol!
Cuando hayamos aprendido a escuchar a los árboles, nos sentiremos en casa. Herman Hesse. Durante este confinamiento una de las cosas que más he echado de menos ha sido a…
“El bosque estaba en llamas, y mientras todos los animales huían para salvar sus vidas, un pequeño colibrí tomaba gotas de agua de un río y sobrevolaba el bosque dejándolas caer sobre el fuego. ¿Crees que vas a apagar el incendio tu solo? Le pregunta el águila. No, sé que no puedo, responde el pequeño colibrí, pero estoy haciendo mi parte”
Parábola del colibrí.
Ha pasado más de un mes desde que se decretó el estado de alarma en España por el COVID-19. Un mes duro de trabajo incansable para muchos gremios, como son los profesionales sanitarios, los servicios de seguridad del estado, el personal de los supermercados, el sector primario o los transportistas, entre otros.
Un mes, en el que a otros muchos que nos sentimos atrapados e impotentes, nos gustaría hacer más de lo que estamos haciendo para ser parte de la solución, pero no sabemos bien cómo hacerlo.
Este deseo de colaborar se ve claramente en todas las iniciativas particulares, que como una ola van recorriendo la geografía española. Algunos hacen mascarillas y pantallas de protección, batas y respiradores. Muchos se ofrecen a hacer la compra a las personas mayores. Otros a poner en la olla más raciones, porque donde comen cuatro comen cinco, hoy por ti y mañana por mí.
Una gigantesca ola de solidaridad y apoyo recorre España. Aunque aún hay quien se pregunta qué más pueden hacer, cómo pueden apoyar desde la obligada seguridad de sus casas.
Siendo realistas, no todos tenemos las habilidades ni el conocimiento para colaborar realizando tareas específicas. Desde aquí, pretendemos ampliar la mirada sobre qué podemos hacer para apoyar y apoyarnos durante este proceso, que no sabemos cuánto tardará en llegar a su fin.
Cuando mi hija pequeña aún no había cumplido los dos años, tuve una experiencia que me ayudó a darme cuenta de la fuerza del amor. Había llevado a mis hijos a merendar a la orilla de un río de montaña. Debía de ser primavera. Mis dos hijos mayores, de cinco y cuatro años, jugaban a saltar de piedra en piedra, mientras que la pequeña estaba cerca de mis pies chapoteando en el agua. En un momento se resbaló de la roca y cayó en la corriente que la arrastró a gran velocidad fuera de mi alcance. En ese momento y sin pararme a pensar ni un solo segundo, di una gran zancada y me lancé al agua helada en el lugar que de forma intuitiva sentí, podría interceptar a la niña. Caí justo delante de su recorrido, y casi sin haber llegado a tocar el fondo con mis pies, la agarré de su bracito con una sola mano y subiéndola por encima de mi cabeza, la coloque a salvo sobre la roca más cercana.
Ese día aprendí de una forma muy física que no hay dificultad que la fuerza del amor no pueda superar.
No existe puerta que no se abra con suficiente amor. No hay brecha que el amor no consiga cerrar, ni muro que el amor no consiga derribar. No importa lo profundo que sea el problema ni lo grande que sea el error cometido, un amor suficiente lo resuelve todo.
Así, lo que el mundo necesita ahora, lo que necesitamos todos, es amor. Un tierno, sincero y profundo amor. No estamos hablando de amor sentimental, amor de pareja o paternal, ni de amistad. Hablamos de amor sin condiciones, amor porque si, amor entre desconocidos. El amor que surge de librar la misma batalla, de pertenecer a la misma especie y tener que pasar por los mismos desafíos.
Las investigaciones confirman que la experiencia del amor y su expresión están integradas en nuestro cerebro. El Dr. Dacher Keltner, profesor de psicología de la Universidad de Berkeley, afirma: “La compasión y la bondad se encuentran enraizadas en el cerebro y la biología del ser humano, esperando a que las cultivemos”.
Un estudio realizado en la Universidad de Wisconsin-Madison refrenda esta idea. En primer lugar, se pidió a los sujetos que se concentraran en el afecto que sentían por sus familias y que luego lo extendieran a desconocidos. Los resultados revelaron la activación de regiones cerebrales relacionadas con la empatía. Cuando conectamos de manera repetida y consciente con este estado de amor porque sí o amor sin condiciones, se acaba convirtiendo en una pauta de conducta.
La Dra. Eva Selhub, profesora de la facultad de Medicina de Harvard afirma: “El amor nos produce una serie de reacciones físicas en el cuerpo: liberamos péptidos y hormonas, incluyendo endorfinas, oxitocina, dopamina, vasopresina y óxido nítrico. Estas sustancias nos ayudan a desactivar la respuesta de miedo y a activar la respuesta de relajación, a la vez que crean una fisiología positiva”.
La Dr. Selhub lo llama respuesta de amor del cuerpo, y afirma que nos permite adaptarnos a los retos de la vida, frenar e incluso revertir las enfermedades y mantenernos sanos. “La respuesta de amor ayuda al cuerpo a mejorar con la edad en lugar de deteriorarse”.
Vivir en este estado de amor transforma tus experiencias de vida. Las personas que han alcanzado o trabajan para alcanzar este estado presentan unas cualidades similares que reflejan esta forma de ser:
Cuando amas porque sí llevas el amor a tus experiencias en lugar de intentar obtenerlo de ellas.
Este estado de amor es totalmente distinto al limitado concepto de amor sentimental. Según las últimas investigaciones el amor sin condiciones crea un estado cerebral único. En la Universidad de Montreal descubrieron que en las imágenes del cerebro de las personas que sentían este tipo de amor, se activaban unas áreas distintas a las que se activan cuando se siente amor sentimental o maternal.
El puro amor incondicional o desinteresado es la frecuencia vibratoria más alta que existe, cuanto más ames porque si, más habitual será para ti vivir en esta vibración y más afectará al mundo que te rodea.
Cuando emitimos amor irradiamos una poderosa vibración que afecta a las otras formas de vida. A los seres humanos, a los animales e incluso a las plantas. Y ya sabemos que todo lo que no es amor solo es una forma de miedo. La ira, el odio, el dolor, la tristeza, la culpabilidad, la frustración… todas son formas de miedo.
El amor produce un efecto muy distinto al miedo en nuestro organismo. El miedo nos contrae, nos tensa, nos corta la respiración. El amor nos expande, nos libera, nos da alas, nos hace sentir poderosos y nos ayuda a sacar fuerzas de flaquezas.
Tanto el amor como el miedo afectan a cada célula de nuestro cuerpo. Investigadores del Instituto Heary Math evaluaron los efectos del amor en el sistema inmunitario. Descubrieron que cuando las personas sientes amor y compasión el sistema inmune se vuelve mucho más fuerte, como demostraron los niveles de inmunoglobulina A en sangre. Así mismo, cuando las personas sienten miedo y frustración, aunque sea durante un breve periodo de tiempo, el sistema inmunitario puede dejar de funcionan correctamente hasta seis horas seguidas. Esto nos hace más vulnerables a los virus, bacterias…
Así, juzgarnos, juzgar a los demás, sentir que no valemos lo suficiente, hace que nos cerremos al amor. Por el contrario, cuidarnos y cuidar a los demás, respetarnos, poner límites saludables, hablar en positivo, reírnos, nos conecta con el amor que somos.
Parafraseando a Marianne Williamson, el amor es aquello en lo que nacimos. El miedo es lo que hemos aprendido aquí. Este viaje al que hemos venido juntos consiste en renunciar al miedo y en aceptar el amor en nuestro corazón.
El amor es nuestra realidad última y nuestro propósito sobre la tierra. Ser plenamente conscientes de él, tener la vivencia del amor en nosotros y en los demás, es lo que da sentido a la vida.
Así que ama. No tienes que hacer nada más en estos días si quieres poner tu granito de arena en la solución de esta crisis. Es más, no hay nada mejor que puedas hacer. Si no tienes máquina de coser, o no sabes hacer una costura derecha, si no eres un rico empresario que puede hacer una donación de respiradores… no te preocupes. Tienes lo que más falta hace en este momento, la maquinaria más perfecta que haya sido diseñada: un corazón solidario dispuesto a amar desinteresadamente por encima de las diferencias, por encima de las dificultades y de los muros más altos, a través de las puertas cerradas a cal y canto.
Lo más necesario en este momento, lo que más necesita el mundo es que tú y yo vibremos alto, vibremos en amor sin condiciones. Sus transformadoras ondas son capaces de llegar a los confines del mundo, apoyando el corazón de quien pueda sentirse solo y aislado en medio de esta tormenta.
Pero el beneficio de esa onda también será para quienes la irradiemos, no lo dudes. Nos hará sentir fuertes, saludables, alegres… cosas todas ellas muy importantes en estos momentos.
Porque hoy, a quien más tenemos que cuidar, es a cada uno de nosotros, con el amor más difícil de todos, el amor incondicional hacía uno mismo. Por eso estamos aislados en casa, para que nos cuidemos, con amor y respeto. Respeto por este duro momento que estamos compartiendo juntos.