Frenar el hambre emocional en 7 tips muy prácticos
Pon en práctica estos 7 tips para frenar el hambre emocional y comer únicamente cuando realmente tengas hambre. Termina para siempre con la ingesta compulsiva. Una vez conocidos los excesos…
Todos tenemos sentimientos similares y en realidad nadie puede vivir sin sentimientos. Podemos decir que los sentimientos son la esencia de lo que significa ser persona. Las emociones aportan riqueza y significado a la vida, pero a la vez suelen ser fuente de sufrimientos y conflicto. Las emociones aportan tanto dulzura como amargura a nuestra existencia. Por otra parte, las emociones han sido fuente de inspiración para grandes obras maestras de todos los géneros. La poesía, la música, la pintura… han reflejado el estado emocional interno de los artistas a lo largo de la historia. De hecho, parece que mientras más oscuro y tormentoso es este estado, más fuerza, belleza y profundidad adquiere la obra.
Así, las emociones pueden ser maravillosas y útiles o, por el contrario, desagradables y dolorosas. Sentimientos ligeros de frustración, estrés, miedo o ansiedad pueden llevarnos a actuar. Pero los sentimientos desagradables, demasiado profundos o demasiado prolongados en el tiempo, suelen ser contraproducentes, ya que pueden bloquearnos e incluso hacernos enfermar. Porque la ira profunda, la tristeza o la ansiedad desmesuradas, llegan a entorpecer las relaciones y el logro de las metas en nuestra vida. Ya que los sentimientos negativos causan pensamientos negativos que nos conducen al fracaso si no sabemos verlos y pararlos a tiempo.
Así, debemos aprender a sobreponernos a las emociones fuertes y desagradables, tales como la culpabilidad, la rabia, la tristeza, el miedo o la ansiedad. A la vez que aprender a promover e incrementar la alegría, la paz, la armonía, el amor y la felicidad. Ya que, como vamos a descubrir en este post, podemos elegir cómo sentirnos. Sentirnos bien o mal depende de nosotros mismos. Podemos optar por sentir emociones que nos destruyan o, por el contrario, sentir aquellas que enriquecen nuestra vida, nos apoyan y nos hacen más felices.
Sí analizamos la naturaleza de las emociones y los propósitos a los que sirven, veremos que los pensamientos y las imágenes mentales crean sentimientos. Pero a la vez, las emociones generan pensamientos e imágenes mentales acordes con su índole.
Para modificar nuestras emociones debemos aprender a hacer dos cosas: por una parte, generar nuevos propósitos, pensamientos e imágenes mentales que generen emociones positivas; y, por otro lado, aprender a diluir las emociones negativas nada más que las comencemos a sentir y no apoyarlas en ningún caso con pensamientos catastrofistas o predictivos. Ya que solemos usar las emociones negativas para sentirnos culpables por un pasado que no podemos cambiar, o predecir un futuro sobre el que aún no tenemos control, puesto que, nuestra capacidad de acción real únicamente está en el presente.
Muchas personas creen que controlar las emociones está fuera de nuestras capacidades. Ven las emociones como un fenómeno que surge del fondo de nuestra conciencia y que está más ligado a lo externo que a lo interno. Con la consecuencia de que, si lo vemos como producto de lo que nos sucede a nivel exterior, no podremos influir en ellas. Pero en realidad, todo está en nuestra mente.
Porque las emociones implican a la vez a los sentidos, la percepción, las creencias, la experiencia previa personal, los pensamientos, las sensaciones físicas y los propósitos (lo que pretendemos conseguir con la emoción).
Imaginemos que tenemos una experiencia personal con un lugar en el que estuvimos a punto de morir en un accidente. Puede que pensemos que, si pasamos por el mismo lugar, nos volverá a pasar lo mismo. Esos pensamientos nos hacen sentir miedo, que se manifiesta en nuestro cuerpo como sensaciones físicas desagradables: sudoración, palpitaciones, tensión, dolor de estómago, sequedad de garganta… El miedo, a su vez, sirve a un propósito: hace que estemos especialmente atentos y nos comportemos con cautela.
Lo primero en estas situaciones es darnos cuenta de que no podemos hacer nada para controlar cómo los sentidos captan la información. A la vez, que no podemos hacer nada para cambiar la experiencia personal. Pero hay varias cosas que sí podemos y debemos hacer:
Así, para ejercitar la elección de nuevos sentimientos, debemos:
Imagina que estás en medio de una acalorada discusión de pareja y en ese momento llaman al timbre. Estás furiosa con tu pareja, y cuando abres la puerta y ves a tu amable vecina del piso de arriba, tu ira desaparece como si te hubieran echado un jarro de agua fría. Esto demuestra que un nuevo dato cambia nuestros sentimientos. Este dato puede ser externo o interno. Podemos decidir facilitarnos a nosotros mismos datos que nos ayuden a generar este beneficioso cambio. Podemos facilitarnos nuevos datos simplemente cambiando nuestros pensamientos. Pero lo que suele suceder es que queremos cambiar los sentimientos, sin cambiar lo que pensamos acerca de los acontecimientos que los han generado, y así es imposible hacerlo. Y esto es así porque somos tremendamente fieles a nuestros sistemas de creencias, ya que cambiar de creencias, aunque sea de forma mínima, se siente como una traición hacia uno mismo. Sin embargo, son los nuevos datos que podamos ofrecernos los que van a reflejar los cambios en la percepción de las cosas y, por lo tanto, el significado que le demos al suceso.
Las emociones parecen automáticas porque las hemos practicado mucho desde pequeños, pero siempre somos libres de elegir, lo cual nos da un mayor control sobre nuestra vida. Porque, aunque apenas podamos hacer algo para cambiar nuestras circunstancias externas, siempre podemos elegir cómo responder, controlando la respuesta. Podemos elegir cómo ver la situación y, así, influir positivamente en nuestro estado emocional.