El trabajo interior, el trabajo más importante
El trabajo con uno mismo o trabajo interior, es el trabajo más productivo que podemos realizar Este trabajo interior tiene diferentes claves, pero el objetivo final es conocernos mejor a…
El sentimiento de culpa también es muy utilizado por la justicia. Se buscan culpables para, en consecuencia, imponer una pena, un castigo y un te lo mereces.
En este sentido, son dos las emociones poco prácticas si no conoces el modo de gestionarlas: la culpa y la preocupación. Sentir culpa de manera permanente sobre algo pasado y preocuparte por si le sucede algo a una persona son dos modos gratuitos de hacerte daño.
Si atendemos a los términos jurídicos, culpa es negligencia o, lo que es lo mismo, la voluntaria omisión de diligencia en calcular las consecuencias posibles o previsibles del propio hecho. Al traducirlo a términos alejados de tecnicismos, viene a decirnos que hicimos algo pero que de manera consciente o inconsciente no previmos que tendría unas consecuencias que acarrearan un daño.
Dichas consecuencias pueden ser múltiples: cárcel, pago de una multa económica, reprimenda y castigo. Sin embargo, en el Blog de Naturlíder lo que más nos interesa es qué sentimos cuando sabemos que hemos hecho algo de lo que no nos sentimos orgullosos.
Culpa es la emoción que nos acompaña cuando sentimos que entre lo que somos (esencia, valores y principios) y lo que hacemos (o no hacemos) existe una brecha y una falta de coherencia. Esta emoción termina convirtiéndose en un sentimiento que nos hace sentir mal, nos avergüenza y daña cada vez que aflora en nuestra mente.
Se puede dar el caso, sobre todo en personas muy sensibles, que cargan con culpas que no son suyas. Es habitual que los padres se sientan culpables de los actos de sus hijos aunque la responsabilidad de los actos pertenece a cada persona. Por lo tanto nuestro consejo es que no cargues con mochilas emocionales que no sean tuyas.
En el lado opuesto se encuentran las personas patológicas, es decir, que independientemente de lo que hagan nunca se sienten responsables de sus actos porque la culpa siempre es de los demás. En este post nos centraremos en un comportamiento normal, de tener el sentido común de qué podemos hacer que es nuestra responsabilidad y qué no lo es.
Por ejemplo, si mientras vamos en el metro observamos cómo un carterista mete su mano en el bolsillo de un anciano para robarle y no actuamos advirtiéndole del peligro, será normal que después no nos sintamos bien porque hemos dejado que se produzca un daño que podíamos haber evitado. Sabemos que el miedo paraliza y lo normal es no actuar por las posibles consecuencias (un carterista se encuentra al otro lado de la ley), lo que no quite que lo correcto sea ayudar.
La culpa es un sentimiento que advierte sobre la oportunidad que tienes para arreglar aquello por lo que no te sientes bien y de solventar una deuda. Incluso las religiones orientales como los budistas o hinduistas consideran que es el mejor momento para curar el karma. Estas religiones entienden la vida como un proceso causa-efecto en el que los males terrenales vienen determinadas por equilibrios de otras vidas, de manera que si en ellas hiciste algo mal, ahora tienes la oportunidad de equilibrarte para que tu alma trascienda.
Al margen de las religiones se trata de una emoción que incita a que pidas perdón. Si hiciste algo que no te hace sentir bien, ¿por qué no pides disculpas al afectado? Cabe la posibilidad que incluso te debas pedir disculpas a ti mismo y aceptar el perdón. Todos cometemos errores, nos enfadamos y podemos decir cosas de las que nos arrepintamos fruto del nerviosismo. Somos vulnerables, pero cuando volvemos a nuestro estado natural nos sentimos mal por cómo hemos actuado; ante esta situación, date la oportunidad de enmendar lo ocurrido y pide perdón ya que te sentirás mejor contigo mismo y recibirás el reconocimiento de los demás.
Cárgate la culpa por un sentimiento de reconciliación, gratitud y grandeza. Sé inteligente emocionalmente y actúa ya; lo importante no es caerse, sino volver a levantarse con más fuerza. Es importante que sepas que para que la culpa desaparezca por completo no solo debes pedir perdón sino crear una acción que repare el mal realizado.
Por ejemplo: si te habías prometido comenzar con un nuevo régimen este lunes, pero resulta que estabas cansada porque habías dormido mal, el estrés te acompaño en el trabajo porque no tuviste ni un respiro y tu hija se puso enferma… eres consciente que no lo has hecho bien cuando finalmente llegas a casa y picas alimentos poco saludables mientras preparas la cena para seguidamente tomar una cena copiosa. De nada sirve que al irte a la cama te sientas mal y te culpa una y otra vez empezándote a destruir. En este caso tienes la siguiente opción: pedirte perdón y comprometerte para el día siguiente estableciendo un nuevo compromiso. Recuerda, pide perdón y prepara un plan de acción para restablecer lo ocurrido.
Resulta muy gratificante porque ayuda a sentir que tú tienes el control. No pasa nada por equivocarnos un día siempre que tengamos la fuerza necesaria para reconducirnos al día siguiente y poner, ahí sí, todo de nuestra parte.
Es interesante un estudio sobre la Felicidad realizado entre personas disciplinadas y otras que no lo son. Las primeras pudiéramos pensar que son rígidas de pensamiento por no ser flexibles (en cualquier momento de hacer otra cosa) y en consecuencia sufren más por esa restricción que aquellos que se permiten todo a cualquier hora. Sin embargo, las personas que tienen el control de su vida cuentan con indicadores de felicidad de quiénes son más laxos en sus comportamientos, ya que los que son más rígidos en sus quehaceres consiguen más logros que los que se disculpan ante cualquier oportunidad. El éxito consiste en lograr los objetivos que nos marcamos, y en eso se basa la felicidad, en sentirnos orgullosos de nosotros mismos.
Cuando te equivocas, pides perdón y te comprometes a mejorar para cerrar un círculo abierto. Esto provoca que te veas como una persona íntegra, alguien que recupera su autoestima y mejora su confianza. Te ves feliz y esto es la mejor forma de hacerte sentir bien.
Todos hemos pasado en alguna ocasión por este proceso: pasar de la culpa al remordimiento para después menoscabar nuestra confianza y no sentirnos bien, un hecho que baja nuestro optimismo y con ello la confianza en nosotros y en todo lo que podemos hacer. La clave se encuentra en no destruir tu confianza porque es la que te hace progresar y ser mejor persona. No debes permitir que tu autoestima decaiga por la culpa. ¡Pide perdón y repara!